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martes, 24 de junio de 2014

Bewaarder



                                                                   Capitulo 1


La fiesta se estaba alargando más de la cuenta, los nuevos Manolo Blahnik1 de Leah Morgan la estaban matando, no tenía que haberle hecho caso a Sun, le habían costado una fortuna y estaba más que segura de que era la primera y la última vez que se los iba a poner. Adoraba sus zapatillas deportivas, pero en ese antro no dejaban entrar a nadie con ellas puestas. Leah intentó convencer a Sun de que le dejara comprarse unos zapatos con menos tacón, pero no había mujer más cabezota que Sun Letheman, así que, allí estaba, sentada en uno de los sofás de la zona VIP con los pies en llamas, ni el alcohol que había bebido paliaba el dolor infernal de sus pies.
Era el cumpleaños de su amiga Lissa y al parecer había invitado a todo Chicago, su millonario papá había pagado al dueño del club para que esa noche solo pudieran entrar al local los invitados a la fiesta y aun así, el local se había llenado al completo.
Leah realmente adoraba las fiestas, y sobre todo las que Lissa organizaba, muchos chicos guapos, pocas mujeres bonitas, mucho alcohol y buena música.

  • ¿Qué narices haces sentada? – le preguntó Lissa torciendo el morro.
  • Tengo los pies en carne viva – contestó medio gritando para que la pudiera escuchar por encima del ruido y la música.

  • Eres mi mejor bailarina, sal y mueve el culo, siempre que lo haces terminas ligando – dijo mientras se sentaba a su lado.
  • Hoy no puedo ni moverme, Sun me obligo a ponerme esto – dijo señalando sus zapatos de quince centímetros de tacón – sabes que no estoy acostumbrada.

  • Estas preciosa con ellos – la animó Lissa mientras le tendía una copa.
  • Eso no lo dudo, pero no estoy dispuesta a pagar el costo que me imponen al llevarlos – contestó después de dar un gran trago al vaso – no sé como podéis pasar toda una noche con este tipo de zapato torturador y no moriros.
  • Para estar guapa hay que sufrir – esas eran las típicas palabras que le diría su madre.
  • Eso dicen, pero la verdad que a mí me da lo mismo.

Lissa se marcho a la pista de baile y Leah se volvió a quedar sola, pero no por mucho tiempo, Nyhan Wilks, se acercaba a ella desde el otro extremo del club.

Nyhan estaba nervioso y confundido, sabía lo que era ella, pero ella no sospechaba nada de él, aun así, había roto con él, estaba seguro que la había asustado y que ella había notado sus poderes en los momentos en los que se desconcentraba y fallaba al ocultarlos, no tenía ninguna intención de asustarla, pero ella tenía que ser suya, por la buenas o por las malas, no la dejaría escapar, y menos después de haber estado con ella en su cama.
Cuando estuvo al lado del sofá donde estaba Leah se acerco a ella y se sentó a su lado.

Nyhan era policía y él y ella habían tenido una aventura hacia algun tiempo, Leah había querido terminar con la relación por miedo, era un tipo encantador, pero había algo en él que la asustaba, a diferencia de otros chicos con los que había estado, Nyhan era magnifico en todo lo que hacía, era un dios en la cama y fuera de ella, pero ella presentía que había algo oscuro en su interior.

  • ¿Cómo estás? – dijo después de sentarse a su lado. Llevaba unos vaqueros negros y una camiseta roja, era musculoso y con una piel tostada que pedía a gritos ser saboreada, su pelo rubio y sus ojos azules le daban un aire de surfista muy característico. La mayoría de las féminas de la comisaria se lo comían con los ojos cada vez que pasaba por su lado, Leah siempre se había extrañado que de entre todas las mujeres que le revoloteaban la hubiera elegido a ella.
  • Muy bien ¿y tú? – preguntó ella moviéndose un poco sobre el sofá para estar lejos de su alcance, había bebido más de la cuenta y no quería tener que arrepentirse de nada a la mañana siguiente.
  • No quiero andarme con rodeos, acuéstate conmigo, princesa, se que lo deseas tanto como yo – ella boqueó sorprendida por sus palabras.
  • ¿Eso te funciona con las tías? – le preguntó después de recuperarse del escalofrió de pasión que la recorría, era realmente extraño, ella sabía perfectamente que no había amor entre ellos, pero sí que había pasión y lujuria. Cuando no estaban juntos y pensaba en él, no sentía absolutamente nada, pero cuando estaban juntos su libido se incendiaba. Si no fuera una locura, pensaría que es algún tipo de hechicero, pero eso no era posible, Leah podía distinguir a los de su clase a kilómetros de distancia y a los anakims y a los demonios en cuanto entraban en la misma longitud de radio en la que estuviera ella. Él no era nada de eso, o al menos eso es lo que ella pensaba.

Nyhan y ella se habían conocido de una forma extraña, uno de los días que Leah había salido a cazar junto a Peter, uno de los cazadores de Chicago, Nyhan apareció en el callejón donde estaban peleando a muerte con dos demonios y un anakim, Nyhan los vio patearlos el culo y ella no tuvo más remedio que borrarle la memoria, luego se volvieron a encontrar varias veces por la calle, se hicieron amigos y una cosa llevo a la otra, hasta que un día acabaron juntos en la cama.

  • Solo quiero que me funcione contigo, te extraño mucho – sus palabras la calentaron como un fuego, luego notó una ola de poder emanando de él, Nyhan había bajado la guardia otra vez y ella se había dado cuenta y le miraba recelosa. Algunos humanos eran capaces de generar olas de poder con sus sentimientos, pero Nyhan era el único que ella había visto hacerlo, era como si la contagiase su excitación. Realmente terrorífico.
  • No seas insistente, me gustaría seguir manteniendo nuestra amistad, pero si me presionas me alejaré de ti todo cuanto pueda – le dijo ella sinceramente frunciendo el ceño.
  • Dejaré de presionarte, pero solo por el momento, princesa. Tú y yo estamos destinados a estar juntos, ¿no lo sientes? Ningún hombre normal es digno de ti, estas marcada para ser diferente – sus palabras la aturdieron y Nyhan deseo haberse mordido la lengua, jamás conseguiría hacerla suya si seguía diciéndole esas cosas.
  • ¿Qué quieres decir con eso? – le preguntó Leah antes de que él se levantara.
  • Algún día lo entenderás y yo estaré allí – antes de que pudiera preguntarle nada mas, se levanto y se marcho. Algún día ella sería su reina y la tendría todos los días y a todas horas en su lecho. Con una sonrisa satisfecha Nyhan se marcho del local.

Otra vez volvía a quedarse sola, lo que le había dicho Nyhan no tenía ni pies ni cabeza, si no confiara en sus poderes tanto como lo hacía podía llegar a pensar que el lindo policía ocultaba algún tipo de oscuro secreto, o mejor dicho, alguna misteriosa identidad.

Leah llevaba un precioso vestido azul eléctrico atado a la espalda que hacia juego con sus pendientes y sus zapatos, iba mas arreglada que nunca, pero aunque la mona se vista de seda, es sabido que mona se queda, así que dejó a un lado su fachada de chica con clase y se quitó los zapatos para poder masajear un rato las plantas de sus pies, la verdad es que le daba lo mismo quien le viera hacerlo o lo que pensaran de ella, necesitaba darse alivio antes de ponerse de pie otra vez.
Después de un rato descalza y de haberse tomado su cuarta copa de la noche, sintió una fuerte y no desconocida sensación de entumecimiento en el estomago, como siempre que esto ocurría, su noche empezaba a ponerse fea. Había demonios en la fiesta.
Más rápido de lo que se dice ¡Zass! Invocó unas sandalias negras sin tacón y se las puso a la velocidad del rayo. Se levantó del sofá y fue directamente a vigilar por la pista de baile. Los demonios y los anakims son los mayores enemigos que tenía su raza. Su gente no tenía una palabra concreta que los identificara, pero dentro de su comunidad había varias clases de personas, los druidas como su abuelo Lein, las brujas, los cazadores, los vicarus y los bewaarder, Leah pertenencia a la última clase, vulgarmente se los llamaba guardianes, y solo hay cinco en el mundo, sus poderes son una fusión extraña entre los de las brujas y los de los druidas, pero su misión es otra, ellos son los custodios de la prisión de la Diosa Ereshkigal, primera dama del inframundo y jefa suprema de los anakims y los demonios. En el año 900 d.c, los antepasados de la gente de Leah y los dioses, encerraron a Ereshkigal con su magia en una gran prisión y lanzaron un hechizo a cinco hombres, “condenándoles” así, a ser sus guardianes y mezclando los poderes de los druidas y las brujas en ellos para que pudieran defender la prisión. Cada vez que muere un de los cinco bewaarder, su primogénito es marcado como su sucesor, si muere en la batalla y no ha tenido hijos entonces nace otro niño de otra de las familias allegadas al guardián con la marca celta que los caracteriza, pero mientras el niño crece, uno de los vicarius ocupa su puesto hasta que el legitimo heredero cumple dieciséis años. En estos últimos 500 años, todos los bewaarder han muerto en la vejez, así que ahora, la generación de Leah estaba más igualada con respecto a las edades de sus miembros.
Los guadianés pueden vivir donde quieran, solo serian convocados si hubiese movimientos sospechosos en el inframundo o en el exterior. Todos ellos tienen un tatuaje celta en el antebrazo que los avisaría del momento en el que tendrían que volver a Escocia, el tatuaje solo brillaría en caso de que comenzara alguna rebelión, algo que no ocurre desde 1314 cuando sucedió la caída del los templarios, que fue culpa de los levantamientos demoníacos, el Dios Nergal corrompió a Clemente V para vengarse otra vez de Yahveh por haberle enviado a Ereshkigal al inframundo y el final ya lo sabemos todos, termino destruyendo a la orden religiosa mas fiel a Dios que jamas había existido. La cosa en aquel momento se puso muy fea, pues la orden del temple, también era parte del ejercito de la comunidad, aunque al principio chocaron entre sí por las diferencias religiosas, luego se unieron a la gente de Leah de manera férrea y letal, fueron los mejores guerreros de la historia, la mayoría de los cazadores de vampiros actuales, descienden de ellos.
Una vez que el tatuaje les da la señal de que algo malo está pasando, los bewaarder dejan de envejecer y se vuelven inmortales durante el tiempo que dure la batalla, cuando todo termina, vuelven a ser mortales; si Ereshkigal escapara de su prisión, los bewaarder se volverían inmortales para siempre, esa era la maldición que les lanzó la princesa del inframundo, una maldición que intentaba corromper a los guardianes para que la dejaran en libertad, algunos habían sucumbido al deseo de ser inmortales y habían sido sentenciados a muerte por el consejo druida. A Leah no le tentaba una mierda eso de ser inmortal, no quería sobrevivir a sus hijos ni a sus amigos y familiares, pero había gente muy codiciosa a la que esas cosas no le importan.

Después de danzar de un lado a otro por el local sin divisar a ninguna criatura, se dio por vencida. No veía nada sospechoso, los chupa-vidas, que así era como Leah los llamaba, solían ser bastante guapos y pálidos, pero en la pista de baile había demasiadas personas que cumplían esos requisitos. Al cabo de una hora Leah tuvo, a través de sus poderes, la certeza de que las criaturas se habían machado y por fin se pudo relajar y bailar un rato antes de marcharse a casa.

  • ¡Leah! Ya no aguanto más, necesito dormir la mona – gritó Sun mientras Leah se acercaba a ella.
  • ¿Nos vamos a casa? – la preguntó esperanzada.
  • Si, necesito poner los pies en alto, pero estoy esperando a que me echen las cartas – dijo mirando al pequeño altar que estaba detrás de ella. Al otro lado de la mesita estaba sentada una pitonisa que había sido contratada por Lissa para que leyera el futuro a los invitados. Sun no tardo en percatarse de que los magníficos zapatos de su amiga y compañera de piso habían desaparecido - ¿Dónde están tus divinos zapatos? – preguntó alarmada. ¡Por los Dioses! pensó Leah, la miraba como si hubiese abandonado a un bebe en el cubo de basura.
  • Tranquilízate, están guardados – mintió. Ella sabía perfectamente que unos zapatos así no abrían durado mucho tiempo en el sitio donde los había dejado, seguramente alguien ya se los había robado, pero aunque le habían costado una fortuna… bien, le daba lo mismo, no se los iba a volver a poner.

Varios minutos después, le llego el turno a Sun de sentarse frente a la adivina, se colocó frente a la mesita de la bruja, que para el asombro de Leah, era realmente una bruja, y ella se sentó a su lado para hacerla compañía. La pitonisa, una mujer de unos cuarenta años vestida como una gitana le dijo a Sun cuatro tonterías sin sentido sobre su futuro, seguramente no tenía el don de la clarividencia y simplemente decía lo que la gente quería escuchar.
Justo cuando las dos chicas se levantaban para marcharse la bruja agarro la muñeca de Leah, instintivamente ésta hizo un giro brusco y se deshizo de ella, pero no fue tan rápida como había pensado. La bruja había visto su tatuaje y la miraba con los ojos como platos, acababa de descubrir que era una bewaarder.

  • Siéntate un momento, quiero ver tu futuro – Leah intentó negarse pero Sun, muy emocionada la obligo a sentarse frente a la adivina. Ella cogió su mano y entonces Leah sintió el poder de la bruja fluyendo por su cuerpo, la muy arpía si tenía el don de ver el futuro, pero no a través de las cartas como había hecho con Sun.
  • Tu futuro será en un pasado, uno peligroso, tu misión será difícil y habrá pérdidas, perderás a gente que te importa. Solo uno de los dos hombres de tu vida será la opción correcta, si la dejas pasar tu futuro será tan oscuro como la nada, en el amor es donde está la fuerza para derrotar los obstáculos, habrá muchas piedras en el camino cuando mañana tu piel brille como el sol – dijo toda su parrafada mirando a un punto lejano de la sala, no enfrento los ojos de la mucha en ningún momento. A Leah todo lo que había dicho le sonaba a chino, ni las mejores brujas de la comunidad eran capaces de predecir el futuro, por mucho que ella tuviera poder, que lo tenía porque realmente era una bruja, Leah no creía ni una palabra de lo que había dicho.
  • Muchas gracias – le contestó educadamente mientras se levantaba y tiraba de Sun hacia la puerta de salida del Pub.
  • Muy bien, marchémonos, ya no aguanto más – dijo Sun cuando ya habían atravesado la mitad de la sala, fue en ese momento cuando Leah reparó en el aspecto de su amiga, la verdad es que tenía muy mala cara, Sun era morena y de piel muy clara, los genes chinos de su madre se mezclaban de forma realmente exótica con los genes americanos del señor Letheman. Su piel normalmente pálida, pero lozana, no tenía muy buen aspecto.

Cinco minutos después estaban en la puerta del club con los oídos abotagados por el silencio de las calles de Chicago, Leah pensó que Chicago era silencioso, se estaba volviendo loca, se dijo a si misma, aunque la verdad era que en comparación con el barullo que había en la fiesta, parecía que estaban en medio del desierto de Nevada.
Una vez se entonaron y respiraron profundamente el viciado aire veraniego de la ciudad, se pusieron en marcha hacia su apartamento. Sun y ella compartían un bonito piso en la calle Pearson, muy cerca del parque Eckhart. En esos momentos estaban a veinte minutos a pie.

  • ¿Quieres que tomemos un taxi? – le preguntó a Sun cuando se dio cuenta de su cojera.
  • No, estoy bien, además, necesito que me dé el aire, creo que he bebido demasiado – en eso tenía razón, Leah también tenía la cabeza dándole vueltas por el alcohol.

Continuaron andando en silencio y se metieron por uno de los pequeños callejones de la calle Olso para acortar un poco la distancia. Mala idea. La sensación extraña del estomago avisó inmediatamente a Leah de que no estaban solas. Cogió a Sun por el brazo y tiró de ella para andar con más rapidez, en un principio Sun se sorprendió y la fulmino con la mirada, pero cuando comenzó a escuchar pasos detrás de ellas su mirada cambio del enfado al miedo en cuestión de segundos.

  • ¡Hey chicas! – gritó una de las criaturas que las seguían. Leah apretó el paso, pero luego se quedó clavada en el sitio, justo delante de ellas, al final de callejón, se encontraban otras dos figuras cortándolas el paso. Esto se iba a poner muy feo.
  • ¿Qué queréis? Tomar los bolsos y dejarnos tranquilas – balbuceó Sun.
  • ¿Quién te ha dicho que queramos los bolsos? – dijo el demonio mientras se acercaba a ellas. Con una rápida barrida con sus poderes clasifico a todos los atacantes como demonios, gracias a dios esa noche no tenía que enfrentarse a un anakim. El callejón estaba demasiado oscuro, su visión nocturna no era como la de los humanos normales, pero por desgracia tampoco era como la de los chupa-vidas. El idiota que les hablaba era rubio, aparentaba treinta años humanos, por lo que podía deducir, el rubito era el cabecilla de la colmena. Fácil. Arráncale la cabeza a la reina y los demás se volverán locos sin saber qué hacer, pensó Leah con una sonrisa.
  • Sé lo que eres y no me das miedo, te doy una sola oportunidad, déjanos tranquilas y no te mataré – le dijo muy educadamente.
  • ¿Habéis oído chicos? La pelirroja dice que nos va a matar…– les gritó al resto de las sanguijuelas. El grupo de demonios las iban acorralando poco a poco - ¿Qué crees que soy? – la preguntó mirándola directamente a los ojos.
  • Un chupa-sangres de mierda – le dijo ella mientras le mantenía la mirada. En un principio pareció sorprendido por su respuesta, pero después pensó que era simplemente un insulto.
  • Mi amiga es experta en aikido, taekwondo y Kendo – soltó Sun. No es que ella no se sintiera orgullosa de sus habilidades, pero sonó demasiado egocéntrico. Aunque no podía echarle la culpa a Sun, ella estaba asustadísima y no dejaba de temblar mientras Leah la colocaba detrás de su espalda.
  • Muy bien, pues que tu amiga nos enseñe algo de eso que dices que sabe hacer – dijo el rubio de bote mientras se reía. Sin que ellos se dieran cuenta las dos chicas estaban pegándose lentamente a la pared, de esa manera podrían tener las espaldas más o menos cubiertas. Había cinco demonios y cada vez estaban más cerca de ellas. Leah no debía dejarle ver a Sun sus poderes, estaba totalmente prohibido, pero en esos momentos no tenía tiempo de lanzarle un hechizo de niebla para dejarla ciega o inconsciente, su atención estaba únicamente en los asaltantes, mas tarde se ocuparía de borrarle la memoria a su amiga. Lo único que importaba era sacarla de allí sana y salva.

Antes de que pudieran atacarlas Leah se lanzó hacia el rubio a una velocidad muy desconcertante para los demonios que, cuando se lió a dar golpes certeros a su líder, se apartaron unos metros de ellos. Cuando Leah consiguió lanzar al rubio contra la pared con una fuerza muy poco corriente para un humano todos se pusieron pálidos.

  • ¿Qué mierda eres? No eres una cazadora, ellos no tienen tanta fuerza – espetó el líder mientras se levantaba del suelo y la miraba con recelo.
  • Es una bruja – dijo uno de ellos.
  • No, soy un bewaarder – dijo ella sonriendo de manera amenazadora – y ahora os tengo que matar a todos. ¡Elevatum tuam! – lanzó el hechizo apuntando con las manos a dos de los demonios que estaban a su derecha, estos se elevaron del suelo y quedaron suspendidos en el aire. Mientras los dejaba caer a gran velocidad contra el suelo lanzó dos bolas de energía a otros dos atacantes. Las bolas no les pueden matar, pero los deja fuera de combate por unos minutos, el tiempo suficiente para que Leah consiguiera dejar a los cinco medio inconscientes en el suelo - ¡Irivicom mian! – gritó ella haciendo que el palo de bambú del peinado de Sun saliera volando hacia su mano, después fue uno por uno ensartándoselo en el corazón. Una vez hubo terminado recitó el hechizo final y los cinco cuerpos se desintegraron en la noche.
  • ¿Qué cojones has hecho? – tartamudeó Sun mientras se levantaba del suelo. Como le fastidiaba a Leah tener que borrarle la memoria, pero no tenía otra elección.
  • Easeicom – dijo poniéndole una mano sobre la frente. Contó hasta veinte y así la haría olvidar los últimos veinte minutos.

El regreso a casa pasó sin ningún otro contratiempo. Sun y ella se metieron en sus respectivos cuartos para prepararse a pasar la noche, al día siguiente era domingo, por lo que gracias al cielo, pensó Leah, no había que madrugar para ir a la universidad.

1Diseñador de zapatos.

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