Capitulo 3
Vega,
Noruega
Erik
Jacob estaba cerrando su taller mecánico cuando sintió una
presencia detrás de él, un jodido anakim estaba pegado a su nuca,
antes de que el maldito chupa sangres lo mordiera, Erik le golpeo con
el codo en el estomago utilizando toda su fuerza, que gracias a los
dioses, era mucha. La criatura no se esperaba un golpe de tal
magnitud y salió volando por los aires a seis metros de donde se
encontraba el bewaarder, Erik sabía que no lo podía matar, pero
también sabía que podía debilitarlo lo suficiente como para que se
marchara. Para su sorpresa el anakim extendió sus enormes alas
negras y salió volando hacia la oscuridad de la noche.
- ¡Cobarde! - le gritó Erik. Hacía mucho tiempo que no tenía ninguna pelea y tenía ganas de sacar su ira y su estrés de alguna manera, la batalla con el anakim hubiese sido perfecta para lograr su propósito, pero el muy miedica se había esfumado. A diferencia de los demonios, a los anakim les gustaba la comida rápida y no se entretenían en pelear y jugar con su almuerzo.
Antes
de que Erik pudiera llegar a su coche una quemazón extraña se
extendió por su brazo y recorrió cada una de sus extremidades, el
dolor era muy fuerte, pero soportable. Cuando levanto la manga de su
sudadera pudo ver el tatuaje celta brillar con intensidad, una
sonrisa se extendió por todo su rostro, había llegado el momento,
por fin iba a tener una buena pelea.
***
En
un avión a siete mil pies de altura sobrevolando el océano.
Selene
Dailing estaba haciendo su último vuelo comercial antes de cogerse
unas muy merecidas vacaciones de verano, quedaban tres horas para que
aterrizaran en Túnez y luego otras doce horas hasta que pudiera
llegar de nuevo a su casa en Oviedo.
Unas
terroríficas turbulencias bambolearon el avión y Clary, su
compañera azafata cayó al suelo.
- Tienes que estar más alerta, pero no te preocupes, con la practica serás capaz de quedarte de pie incluso en un aterrizaje forzoso – le dijo Selene mientras le ayudaba a levantarse de suelo. Clary la sonrió en agradecimiento.
- Vamos a tomarnos el café que se nos va a quedar helado – Clary tomo a Selene de brazo y fueron a su pequeño agujero, así es como ellas lo llamaban, allí podían olvidarse de los pasajeros y tomarse un respiro. Como había dicho Clary, el café estaba frió, pero eso no fue un problema para Selene, apretando el vaso con las dos manos convoco sus poderes y el café se calentó en cuestión de segundos, manipular los elementos era realmente útil.
- Voy a ir a la cabina de mando, paséate por primera clase ¿vale? – le pidió Clary.
- Si, así te evito otro pellizco en el culo del hombre de la segunda fila – le dijo Selene con una sonrisa comprensiva, había cada baboso por la vida que daba miedo.
- Te debo una – dijo antes de salir de agujero y dirigirse a la cabina de los pilotos.
Antes
de que Selene pudiera salir de sus escondite un dolor desgarrador la
recorrió el cuerpo de arriba abajo, ¡Por los dioses! ¡Que no sea
lo que creo que es! , se suplicó a sí misma, pero así era, cuando
se descubrió la manga del uniforme vio brillar el precioso
intrincado celta de su tatuaje.
Tenía
que regresar a Escocia y tenía que hacerlo pronto, no tenía más
remedio que solicitar que la pusieran como azafata en el vuelo
anterior a suyo, con un poco de suerte en dos días estaría en
Ullion y volvería a ver a sus amigos y compañero de la infancia,
echaba de menos a todos, pero era a Hank a quien realmente extrañaba,
siempre había estado colgada por él y cuando se marcho de la
comunidad había llorado a mares, pero no pudo hacer nada para
evitarlo y no les estaba permitido ponerse en contacto los unos con
los otros. No tenía muchas ganas de regresar, porque eso sin duda
significaba que había una jodida guerra, en la que ella y sus cuatro
compañeros eran los soldados de primera línea, pero para ser
sincera con ella misma, tenía unas ganas locas de ver en qué tipo
de hombre se había convertido Hank Mac Rain.
***
Dublín,
Irlanda
El
profesor de historia más joven del Trinity
College de Irlanda, Hank Mac Rain, estaba repartiendo los exámenes
finales a sus alumnos. Era difícil para él no utilizar la
información que recababa de los alumnos a través de su don, como
buen telépata podía leer los pensamientos de aquellos que
estuviesen en la misma sala que él. Se hincharía a sacar chuletas
de las faldas, los pantalones, las mangas de las camisas e incluso de
las gafas, pero no podía hacerlo, lo único que podía hacer era
pillarlos con las manos en la masa, y eso no era sencillo, los
chavales eran muy rápidos.
Hank
solo tenía veintisiete años, pero había sido un alumno excepcional
y superdotado toda su vida, a parte claro está, de poder leer la
mente de la gente, donde no solo encuentras sus pensamientos, sino
también las respuestas a muchas preguntas.
Quedaban
tres horas para que pudiera reunirse con su hermano por primera vez
en siete años y necesitaba bajar a comer a la cafetería del campus
lo antes posible, estaba famélico.
Antes
de que pudiera darse cuenta de lo que pasaba, un irritable dolor
surgió de su brazo y se extendió por todo su cuerpo como si fuese
veneno, ninguno de sus estudiantes se dio cuenta del corto pero
doloroso calvario por el que había pasado su profesor.
Era
hora de volver. ¡Queridos dioses! Estaba asustado, sabía sin
mirarse bajo el jersey lo que había pasado, se había declarado la
guerra y era el momento de hacer honor a su apellido y a su gente,
solo quería hacerlo lo mejor posible, no quería defraudar a sus
compañeros, compañeros que pronto volvería a ver.
Phaul
Mac Rain subió las escaleras a toda prisa para buscar a su hermano,
él también había tenido que sentir la activación de la marca,
había que regresar a Escocia lo antes posible y estaba encantado con
la idea, sabía que tendría que patear traseros y eso le emocionaba
bastante, pero lo que más ansiaba era volver a ver a Leah, su mejor
amiga y su hermana de sangre, las ultimas noticias que había tenido
de ella habían venido de la boca de uno de los druidas de Ullion que
se dejaban caer por Dublín para visitar a familiares, el señor
Hugers le había dicho que Leah vivía en Chicago, ni más ni menos
que en EEUU, él siempre había pensado que se había quedado en
España con su madre, pero según el druida, se marcho a estudiar
allí cuando cumplió los dieciocho años, le habían dado una beca
de física y estaba trabajando y aprendiendo con el mejor físico
cuántico de la actualidad.
Phaul
había decidido hacia dos años dejar de estudiar para llevar el
negocio familiar y en esos momentos, con solo veintiún años, era el
vicepresidente de una de las mayores compañías de seguros de
Irlanda.
Cuando
encontró el aula donde estaba su hermano, se paró impaciente en la
puerta, los alumnos ya estaban entregando sus exámenes y comenzaban
a salir de la sala en manadas, cuando el último de ellos salió,
Phaul entró como un torbellino.
- Tenemos que marcharnos – le dijo a su hermano que estaba apilando el montón de papeles de los alumnos – ya he llamado a papa y se lo he contado, deberías ir a charlar con el director, ten – dijo entregándole a Hank un papel.
- Es un fax… el abuelo Henry ya está muerto Phaul – dijo mientras leía el papel que le había entregado su hermano, ponía que se le necesitaba en Escocia para cuidar de su viejo abuelo enfermo.
- Es una escusa, entrégalo y reúnete conmigo en el coche, no quiero perder ni un minuto, necesitamos regresar cuanto antes – Phaul estaba más que impaciente, ese muchacho no cambiaría nunca, pensó Hank, siempre tan vivaz y despreocupado.
- Tranquilízate, nosotros llegaremos antes que nadie, y no solo porque estemos más cerca – dijo Hank guiñándole un ojo, estaba seguro que su hermano no estaba dispuesto a coger un avión, los iba a teletransportar.
- ¿Por qué iba hacer las cosas más difíciles y caras? es mejor y más barato que nos teletransportemos allí – le dijo levantando una ceja en invitación a un comentario sarcástico, Hank podía leer a su hermano como si fuera un libro abierto y en lo que pensaba Phaul en ese momento era en la joven Leah Morgan, la hermana que nunca tuvo.
- Está bien, me reúno contigo en el coche en media hora – Hank zanjó el tema y salió del aula de camino al despacho del director.
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