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sábado, 28 de junio de 2014

Bewaarder




                                                                    Capitulo 3



Vega, Noruega

Erik Jacob estaba cerrando su taller mecánico cuando sintió una presencia detrás de él, un jodido anakim estaba pegado a su nuca, antes de que el maldito chupa sangres lo mordiera, Erik le golpeo con el codo en el estomago utilizando toda su fuerza, que gracias a los dioses, era mucha. La criatura no se esperaba un golpe de tal magnitud y salió volando por los aires a seis metros de donde se encontraba el bewaarder, Erik sabía que no lo podía matar, pero también sabía que podía debilitarlo lo suficiente como para que se marchara. Para su sorpresa el anakim extendió sus enormes alas negras y salió volando hacia la oscuridad de la noche.

  • ¡Cobarde! - le gritó Erik. Hacía mucho tiempo que no tenía ninguna pelea y tenía ganas de sacar su ira y su estrés de alguna manera, la batalla con el anakim hubiese sido perfecta para lograr su propósito, pero el muy miedica se había esfumado. A diferencia de los demonios, a los anakim les gustaba la comida rápida y no se entretenían en pelear y jugar con su almuerzo.
Antes de que Erik pudiera llegar a su coche una quemazón extraña se extendió por su brazo y recorrió cada una de sus extremidades, el dolor era muy fuerte, pero soportable. Cuando levanto la manga de su sudadera pudo ver el tatuaje celta brillar con intensidad, una sonrisa se extendió por todo su rostro, había llegado el momento, por fin iba a tener una buena pelea.


***


En un avión a siete mil pies de altura sobrevolando el océano.

Selene Dailing estaba haciendo su último vuelo comercial antes de cogerse unas muy merecidas vacaciones de verano, quedaban tres horas para que aterrizaran en Túnez y luego otras doce horas hasta que pudiera llegar de nuevo a su casa en Oviedo.
Unas terroríficas turbulencias bambolearon el avión y Clary, su compañera azafata cayó al suelo.

  • Tienes que estar más alerta, pero no te preocupes, con la practica serás capaz de quedarte de pie incluso en un aterrizaje forzoso – le dijo Selene mientras le ayudaba a levantarse de suelo. Clary la sonrió en agradecimiento.
  • Vamos a tomarnos el café que se nos va a quedar helado – Clary tomo a Selene de brazo y fueron a su pequeño agujero, así es como ellas lo llamaban, allí podían olvidarse de los pasajeros y tomarse un respiro. Como había dicho Clary, el café estaba frió, pero eso no fue un problema para Selene, apretando el vaso con las dos manos convoco sus poderes y el café se calentó en cuestión de segundos, manipular los elementos era realmente útil.
  • Voy a ir a la cabina de mando, paséate por primera clase ¿vale? – le pidió Clary.
  • Si, así te evito otro pellizco en el culo del hombre de la segunda fila – le dijo Selene con una sonrisa comprensiva, había cada baboso por la vida que daba miedo.
  • Te debo una – dijo antes de salir de agujero y dirigirse a la cabina de los pilotos.

Antes de que Selene pudiera salir de sus escondite un dolor desgarrador la recorrió el cuerpo de arriba abajo, ¡Por los dioses! ¡Que no sea lo que creo que es! , se suplicó a sí misma, pero así era, cuando se descubrió la manga del uniforme vio brillar el precioso intrincado celta de su tatuaje.
Tenía que regresar a Escocia y tenía que hacerlo pronto, no tenía más remedio que solicitar que la pusieran como azafata en el vuelo anterior a suyo, con un poco de suerte en dos días estaría en Ullion y volvería a ver a sus amigos y compañero de la infancia, echaba de menos a todos, pero era a Hank a quien realmente extrañaba, siempre había estado colgada por él y cuando se marcho de la comunidad había llorado a mares, pero no pudo hacer nada para evitarlo y no les estaba permitido ponerse en contacto los unos con los otros. No tenía muchas ganas de regresar, porque eso sin duda significaba que había una jodida guerra, en la que ella y sus cuatro compañeros eran los soldados de primera línea, pero para ser sincera con ella misma, tenía unas ganas locas de ver en qué tipo de hombre se había convertido Hank Mac Rain.




***

Dublín, Irlanda

El profesor de historia más joven del Trinity College de Irlanda, Hank Mac Rain, estaba repartiendo los exámenes finales a sus alumnos. Era difícil para él no utilizar la información que recababa de los alumnos a través de su don, como buen telépata podía leer los pensamientos de aquellos que estuviesen en la misma sala que él. Se hincharía a sacar chuletas de las faldas, los pantalones, las mangas de las camisas e incluso de las gafas, pero no podía hacerlo, lo único que podía hacer era pillarlos con las manos en la masa, y eso no era sencillo, los chavales eran muy rápidos.
Hank solo tenía veintisiete años, pero había sido un alumno excepcional y superdotado toda su vida, a parte claro está, de poder leer la mente de la gente, donde no solo encuentras sus pensamientos, sino también las respuestas a muchas preguntas.
Quedaban tres horas para que pudiera reunirse con su hermano por primera vez en siete años y necesitaba bajar a comer a la cafetería del campus lo antes posible, estaba famélico.
Antes de que pudiera darse cuenta de lo que pasaba, un irritable dolor surgió de su brazo y se extendió por todo su cuerpo como si fuese veneno, ninguno de sus estudiantes se dio cuenta del corto pero doloroso calvario por el que había pasado su profesor.
Era hora de volver. ¡Queridos dioses! Estaba asustado, sabía sin mirarse bajo el jersey lo que había pasado, se había declarado la guerra y era el momento de hacer honor a su apellido y a su gente, solo quería hacerlo lo mejor posible, no quería defraudar a sus compañeros, compañeros que pronto volvería a ver.
Phaul Mac Rain subió las escaleras a toda prisa para buscar a su hermano, él también había tenido que sentir la activación de la marca, había que regresar a Escocia lo antes posible y estaba encantado con la idea, sabía que tendría que patear traseros y eso le emocionaba bastante, pero lo que más ansiaba era volver a ver a Leah, su mejor amiga y su hermana de sangre, las ultimas noticias que había tenido de ella habían venido de la boca de uno de los druidas de Ullion que se dejaban caer por Dublín para visitar a familiares, el señor Hugers le había dicho que Leah vivía en Chicago, ni más ni menos que en EEUU, él siempre había pensado que se había quedado en España con su madre, pero según el druida, se marcho a estudiar allí cuando cumplió los dieciocho años, le habían dado una beca de física y estaba trabajando y aprendiendo con el mejor físico cuántico de la actualidad.
Phaul había decidido hacia dos años dejar de estudiar para llevar el negocio familiar y en esos momentos, con solo veintiún años, era el vicepresidente de una de las mayores compañías de seguros de Irlanda.
Cuando encontró el aula donde estaba su hermano, se paró impaciente en la puerta, los alumnos ya estaban entregando sus exámenes y comenzaban a salir de la sala en manadas, cuando el último de ellos salió, Phaul entró como un torbellino.


  • Tenemos que marcharnos – le dijo a su hermano que estaba apilando el montón de papeles de los alumnos – ya he llamado a papa y se lo he contado, deberías ir a charlar con el director, ten – dijo entregándole a Hank un papel.
  • Es un fax… el abuelo Henry ya está muerto Phaul – dijo mientras leía el papel que le había entregado su hermano, ponía que se le necesitaba en Escocia para cuidar de su viejo abuelo enfermo.
  • Es una escusa, entrégalo y reúnete conmigo en el coche, no quiero perder ni un minuto, necesitamos regresar cuanto antes – Phaul estaba más que impaciente, ese muchacho no cambiaría nunca, pensó Hank, siempre tan vivaz y despreocupado.
  • Tranquilízate, nosotros llegaremos antes que nadie, y no solo porque estemos más cerca – dijo Hank guiñándole un ojo, estaba seguro que su hermano no estaba dispuesto a coger un avión, los iba a teletransportar.
  • ¿Por qué iba hacer las cosas más difíciles y caras? es mejor y más barato que nos teletransportemos allí – le dijo levantando una ceja en invitación a un comentario sarcástico, Hank podía leer a su hermano como si fuera un libro abierto y en lo que pensaba Phaul en ese momento era en la joven Leah Morgan, la hermana que nunca tuvo.
  • Está bien, me reúno contigo en el coche en media hora – Hank zanjó el tema y salió del aula de camino al despacho del director.

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