Capitulo 5
Londres,
Inglaterra
Alan
Brown estaba nervioso, el maestre druida se acababa de poner en
contacto con él, le había dicho que los bewaarder habían sido
activados y necesitaban su ayuda. Era un viejo extraño, todavía
después de diez años, Alan seguía preguntándose porque el druida
confiaba en él, un anakim, los peores enemigos de su raza, pero allí
estaba, pidiéndole ayuda, una ayuda que Alan jamás le negaría a
Lein, el viejo druida y su comunidad habían hecho mucho bien
limpiando el mundo de criaturas oscuras, era una lástima que se
reprodujeran con la misma rapidez y que él, Sir Alan Brown, fuera
uno de ellos.
Él
era un ángel caído, una criatura inmortal e indestructible, ¿Por
qué ayudaba a los enemigos de su raza? Se hacia esa pregunta todos
los días, y siempre se daba la misma respuesta, él no era un
monstruo, solo se había negado a obedecer algunas de las leyes de
Yahveh, sobre todo la ley que les prohibía bajar a la tierra y
relacionarse con las hijas de Eva, y solo por eso, lo maldijeron y lo
enviaron a esa existencia sin sentido, ¡Como deseaba poder morir!
Gritó en su mente, en fin, él simplemente ayudaba a los druidas y a
los cazadores para que limpiaran la tierra de esa plaga de asesinos
que eran su gente y sus aliados, le jodía en el alma pertenecer a
esa clase de monstruos, por qué aunque él ya no asesinaba, durante
sus primeros mil años lo había hecho, no por placer, aunque también
sentía placer al hacerlo, sino por venganza a dios y a sus ridículas
leyes que permiten al mundo sufrir catástrofes e injusticias.
Tenía
que ir a Escocia, por primera vez en toda su existencia, tenía
miedo, Ullion era el pueblo de la comunidad, estaba claro que no le
iban a aceptar, iba a ser ignorado y despreciado por todos, y aunque
se había acostumbrado, no le gustaba ver miedo y repugnancia en los
ojos de las personas que le miraban.
Hacia
mas de mil quinientos años dejo de acostarse con mujeres, no podía
soportar ver el terror que les inspiraba cuando sus colmillos se
desenfundaban y sus ojos se volvían rojos, la mayoría se desmayaba
en pleno acto, y las que no lo hacían terminaban magulladas, las
humanas eran suaves y calientes, pero también muy frágiles.
Dentro
de tres horas, cuando por fin anocheciera, Alan cogería el primer
vuelo directo a Sumburgh
y se reuniría con su viejo amigo Lein y sus cinco bewaarder. Nunca
había conocido a ningún guardián y la verdad es que tenía mucha
curiosidad sobre ellos y sus poderes.
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