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lunes, 11 de agosto de 2014

Quimera




Capitulo 42

Comencé poco a poco a tener consciencia de mi propio cuerpo... sentí como me desentumecía y como iba recobrando la consciencia.
Estaba en una cama y el olor que me rodeaba era de lo más familiar... era el perfume a pachuli que caracterizaba a Mary y a su presencia en algún lugar.

  • Se que estas despierta – me dijo la voz de la que siempre había considerado mi tía.
  • ¿Dónde esta papa? - pregunté abriendo los ojos y buscándole. No estaba en esa habitación.
  • Este es mi cuarto, ahora cuando te recuperes bajamos a salón – dijo acercándose y sentándose junto a mi en la cama. Me cogió la mano y la entrelazó con la suya – has conseguido resistirte a la prueba, pero casi te ha costado la vida, si lo haces así una vez más puedes morir – espetó clavando sus ojos dorados en mi. Blake había heredado el color de su madre, pero la sabiduría que había en esos ojos no era comparable con los de mi mejor amigo.
  • ¿Cómo tengo que hacerlo? - pregunté asustada.
  • Tienes que dejarlo ir... tienes que tomar las riendas de ti misma aun estando en esa situación. El demonio nos a contado el episodio del bar – reconoció Mary. Solo esperaba que hubiera omitido el momento en el que nos habíamos besado y habíamos estado a punto de ir más lejos.
  • ¿Ese es el juego?- pregunté nerviosa. Lo que había que demostrar a quien quiera que lanzara ese jodido hechizo era que era capaz de volver en mi olvidando mis instintos – tengo que volver a ser yo después de cada “posesión” - terminé de decir en voz alta.
  • Eso es, no tienes que impedirlo, tienes que saber combatirlo una vez este dentro – afirmó – todavía queda una vez más... no puedes fallar Norah... - la expresión de su rostro me puso los pelos de punta. Mary no era una mujer que se asustara de cualquier cosa.
  • ¿Qué pasa si no lo supero? - pregunté esperando que no fuera lo que me temía.
  • Te quedaras así para siempre, seras una criatura movida por los instintos y tan peligrosa que tendría que ser erradicada – explicó – pero eso no va a pasar, estamos aquí todos para ayudarte, de hecho has traído a un grupo de lo más pintoresco – reconoció divertida soltándome la mano y tirando de mi fuera de la cama – ahora tienes que ver a tu padre que esta desesperado.

La mansión donde vivía el aquelarre era de lo más bonita y muy colonial como era la arquitectura de la zona. Las paredes de madera estaban muy bien pintadas en blanco, había algunos cuadros y apliques de luz muy acordes con la decoración. Todo tenía un gusto exquisito.
Las escaleras estaban forradas con moqueta azul y llevaban a donde se encontraba todo el jaleo de gente.
Mary iba delante mía y no pude ver a mi padre antes de que se abalanzara sobre mi y me estrujara en un tremendo abrazo.

  • ¡Mi chica preciosa! Cuanto te he echado de menos – dijo casi llorando. Era un hombre grandullón, pero tan sensible como un pequeño cachorro.
  • Yo también papa – contesté intentando no ahogarme en su abrazo constrictor.
  • Mira, te voy a presentar a Marie Grace, es la más anciana de las brujas del aquelarre - me dijo mi padre acercándome a una mujer menuda y de pelo cano. Sus sabios ojos azules me escrutaron con cuidado y cuando terminó de lo que pareció ser una lectura completa de mi alma, me sonrió. ¿Cómo era posible que una mujer tan mayor pudiera verse tan joven? Podría estimar su edad cerca de los ochenta y cinco, pero cuando sonreía el brillo de su rostro la iluminaba tanto que la hacia rejuvenecer.
  • Encantada pequeña – me dijo antes de darme un fuerte abrazo – bienvenida a nuestra casa.
  • Muchas gracias – contesté un poco abrumada. Busqué con la mirada a Nathan y a Chris y pude verlos sentados en un conjunto de sofás donde unas adolescentes no hacían más que acribillaros a preguntas. Eran dos hombres muy guapos y era lógico que hubieran despertado las hormonas de esas muchachas, pero algo en mi interior rugió con furia. ¡Esos hombres son míos!, gritó mi subconsciente, sin dejar de mirarlos.

Cuando volví la vista a Marie Grace, pude ver que estaba mirando en la misma dirección que yo, y me sentí sumamente avergonzada cuando pude leer en su rostro y su expresión que sabía perfectamente lo que había pensado en ese momento.
La mujer no le dio importancia y simplemente sonrió divertida.




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