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martes, 16 de septiembre de 2014

Ragnarok 25







La Despedida”

Aislyn

Fuimos a la casa de Alec para recoger nuestras cosas e informarle sobre parte de lo que había ocurrido, le mentimos y le dijimos que los winlow ya no atacarían, y les pedimos a ellos que cazaran en otro estado para evitar sospechas, algo a lo que ellos y Val accedieron encantados. Mientras Keiran y Mihail me esperaban en el salón de la casa, yo recogí todas mis cosas y las metí en la maleta, incluido el libro de Railyn. Antes de bajar las escaleras y encontrarme de nuevo con ellos, Alec paso a mi dormitorio.

  • Se que no me estáis contando toda la verdad, te he cogido cariño Aislyn y no me gustaría que te ocurriera nada – sus palabras fueron un bálsamo calmante que recorrieron mi alma haciéndome sentir querida por primera vez en mucho tiempo.
  • No quiero que sepas más de lo que ya sabes, solo conseguiría ponerte en peligro, pero voy a darte una cosa – saqué un vial de la mochila y me concentré en llenarlo con mi esencia vital, cuando estuvo lleno era de un color verde muy similar al de mis ojos – quiero que lleves esto contigo siempre, ponle una cadena y cuélgatelo al cuello – no era muy grande y no destacaría demasiado – si algún día estas en peligro utilizalo, concentrate e mi y pártelo por la mitad.
  • ¿Qué sucederá? – me preguntó mientras se acercaba a mi y cogía el vial.
  • Que te pondrá a salvo, pero solo se puede usar una vez, así que hazlo solo cuando tu vida corra peligro, es lo único que puedo hacer por ti ahora – le iba a echar de menos, se había portado muy bien conmigo y Keiran.
  • No solo puedes hacer eso por mi – eso no me lo esperaba, acortó inmediatamente la distancia que nos separaba y me agarró por la cintura, pegándome a su cuerpo y dándome un increíble beso en los labios. No me di cuenta de lo que estaba durando el beso hasta que fuimos interrumpidos. Keiran abrió la puerta del dormitorio y literalmente me arrancó de los brazos del detective. Me sonroje y estaba tan ensimismada que no pude ni regañar a mi demonio.
  • ¿Para esto te estamos esperando? – preguntó Keiran con los ojos ardiendo en verde.
  • Nos volveremos a ver – le dije a Alec mientras salía de la habitación con Keiran. No respondió solo me sonrió y me deseó suerte con la cabeza.
  • ¿Qué demonios hacíais? – preguntó el demonio mientras bajábamos las escaleras.
  • Creo que estaba claro – para que darle más explicaciones.
  • Ya estamos listos – le dijo Keiran a Mihail que estaba observando a mi gata.
  • ¿Vais a llevaros al felino? – preguntó sorprendido al verla metida en un transportin.
  • Pues si, es mi gata, ¿hay algún problema? – pregunté a la defensiva.
  • ¿Una gata? – preguntó sorprendiéndome.
  • Si, ¿Por qué? – no me gustó la expresión de su cara, pero no le di más importancia.
  • Sígueme Nephelim – le dijo a Keiran justo antes de desaparecer en una nube de humo muy parecida a la que generaba mi guía cuando se teletransportaba.

Keiran cogió mi mano y desaparecimos de la casa de Alec en un parpadeo. Cuando abrí los ojos lo que vi era completamente distinto a lo que había imaginado, aunque debía reconocer que jamás me había imaginado entrando en la casa franca de los oscuros, jamás se me abría pasado por la cabeza semejante locura.

No sabía en que lugar del mundo estábamos, pero hacia frío, bastante más que en Washington por lo que asumí que estábamos más al norte, la estructura del castillo donde nos dirigíamos era muy parecida a la que nos encontrábamos por la zona norte de Escocia, pero era muchísimo más grande y aunque podría parecer tétrico en un principio, cuanto más lo observaba más acogedor y místico me parecía. Imaginé que, como en el Ambrosía, no podíamos teletransportarnos dentro, debido a las salvaguardas, por eso estábamos andado por un cementerio hacia la verja principal.

No había tenido tiempo de pensar en todo lo que había pasado esa noche, no había pensado en las consecuencias de este pacto ni en como podríamos escapar de todos los seres que se nos echarían encima si no averiguábamos más sobre la profecía y no salíamos absueltos de ese juicio de brujas al que pronto seriamos sometidos si no encontrábamos nada que nos exculpara. Nuestra misión era hacer lo posible para culpar a la otra pareja, resultaba frívolo y muy poco digno de mi, pero mejor ellos que nosotros. Fui cavilando planes de fuga, engaños y demás artimañas para quitarnos la espada de Damocles de nuestra cabeza y no me di cuenta de que ya habíamos llegado al hall del castillo hasta que el estruendo de la puerta principal al cerrarse me saco de mi nube de pensamientos.







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