“Gatos”
Idris
A la mañana siguiente cuando los
tenues rayos del sol comenzaron a colarse por la ventana del salón,
desperté en una postura muy embarazosa. Estaba completamente
abrazada a Chistian, mi cabeza reposaba sobre su hombro, estábamos
completamente tapados con la manta y me sentía realmente cómoda
hasta que me di cuenta de la embarazosa situación y cometí una aun
peor, al intentar apartarme de él, roce con mi pierna su enorme
erección y casi me da un colapso nervioso. Tuve una idea. Fingí
estar dormida y me separé de él como si me estuviera cambiando de
postura, pero al parecer era una pésima actriz.
- Se que estas despierta – me dijo mientras me giraba. No sabía que hacer. ¿Seguía fingiendo o me disculpaba por haber dormido abrazada a él?
- Lo siento, ya te dije que me movía mucho – dije sin levantar la cabeza. No me sentí capaz de mirarle a la cara. Estaba tan avergonzada... mi corazón latía a mil por hora ¿Qué demonios me pasaba?¿Qué eran esas mariposas absurdas que revoloteaban en mi estomago?
- Pues mi brazo entumecido no diría lo mismo, creo que llevas toda la noche así – ¡mierda! Había dormido miles de veces con Erik y jamas había pasado algo así, yo no era de las que se abrazaban en la cama.
- ¿Hay alguien más despierto? ¿Ha llegado Xander? - pregunté intentando cambiar el tema. Chistian se puso tensó cuando nombré al demonio.
- No, no ha vuelto, ¿Por qué estas tan interesada en él? - su pregunta me pillo por sorpresa, ¿A que venia esa hostilidad conmigo?
- No estoy interesada... es solo que... bueno, se supone que nos tiene que ayudar a llegar a la grieta... - dije nerviosa algo que pareció cabrearle mucho mas, después, mi bocaza me volvió a jugar una mala pasada - ¿Estas celoso? - pregunté sin pensarlo dos veces, ¡Idiota!
- Podría – contestó dejándome mucho más confusa. ¿Qué le pasaba?
- ¡Ya lo entiendo! Estas intentando ponerme incomoda – le dije dándome cuenta de sus intenciones, sabía que era una monjita, el demonio lo había proclamado a los cuatro vientos y él estaba utilizando jueguitos e insinuaciones sexuales y románticas para incomodarme. No iba a permitirle jugar conmigo. En ese momento recordé algo que siempre decía mi hermano, “aquí, o jugamos todos, o pinchamos la muñeca”
- Es fácil ponerte incomoda – dijo mientras se colocaba detrás de mi y pegaba su pecho a mi espalda. Un subidón de adrenalina recorrió mi cuerpo de los pies a la cabeza, pero intenté no dejarme amedrentar y procuré jugar al mismo juego que él. Levanté el brazo hacia atrás y acaricié su pelo. Sentí en mi cuello como se agitaba su respiración. Le había pillado por sorpresa. Un punto para mi.
- ¿Crees que puedes ganarme a este juego? - me preguntó mientras utilizaba su extremada fuerza para hacerme girar y exponerme tumbada boca arriba. Agarró con su mano derecha mi cintura y vi su rostro inclinarse sobre el mio. No podía apartar la mirada de esos ojos azul grisáceo. A medida que su boca se acercaba a la mía mi pulso se aceleraba. Solo podía escuchar el bombeo de mi corazón como si estuviese en mis oídos.
- Puedo ganarte en todo – le dije tirándome el farol más grande de mi vida. No debí hacerlo, fue una temeridad y vi su victoria reflejada en sus ojos. Chistian levantó su ceja y me miró con esa sonrisa que hacia derretirse a todas las niñas del instituto. Antes de que me diera cuenta había movido ficha. Me estaba besando y yo le estaba devolviendo el beso.
Que locura, pensaba mientras nos
besábamos. Me dejé llevar completamente por mis más salvajes
instintos y agarré su pelo rubio con mi mano mientras lo acercaba
más a mi. Jamas había besado a nadie, pero se sentía como si lo
hubiera hecho siempre. Las mariposas de mi estomago parecían querer
salirse por mi boca. Él pegó su cuerpo mucho más al mio y yo le
respondí con más profundidad en mi beso. Un pequeño gemido salió
de su boca cuando se puso sobre mi. ¿Me estaba volviendo loca?
Quería mucho más de él y cuando sentí su dureza contra mi
entrepierna pensé que me iba a morir de deseo.
- Bueno, coletas– dijo cuando rompió el beso y se quito rápidamente de encima – parece que he ganado - ¿Qué?¿De que demonios hablaba? El juego... claro, esto era un juego, uno al que yo había accedido a jugar... ¡Dios! Pero que imbécil era! ¿Qué tenia que decir ahora? No sabía que contestar, me había quedado congelada... ¿Qué podía decir que no sonase estúpido, infantil o típico de una mojigata perdedora?
Gracias a dios el maullido de un gato
nos interrumpió y me dio la escusa perfecta para levantarme de
nuestra improvisada cama y salir en busca del minino que había
maullado.
La puerta del dormitorio se abrió con
rapidez y Aislyn salió todo lo rápido que pudo. Keiran la seguía
nervioso.
- ¿Habéis escuchado un maullido? - preguntó ella con los ojos como platos.
- Si, ¿tenéis gato? - pregunté inocentemente.
- Algo así, solo vienen a visitarnos cuando tienen que contarnos algo importante, hacia más de cien años que no venían – no entendí ni una sola palabra de lo que me dijo, pero actué como si fuera lo más normal del mundo y fui detrás de ellos.
- Tienes los labios hinchados – me dijo Aislyn con un susurro. Me puse colorada como un tomate, pero no respondí, cuando llegamos a la cocina, dos preciosos gatos, uno negro y otro pelirrojo estaban sobre la mesa.
- ¡Mama! - gritó Aislyn lanzándose hacia el gato pelirrojo que la miraba con devoción. ¿Había dicho mama?
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