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domingo, 29 de junio de 2014

Bewaarder




                                                                       Capitulo 4


Leah vendó todo su antebrazo con una de las vendas elásticas negras que utilizaba para entrenar aikido, después se puso a hacer la maleta a toda velocidad. Mientras recogía la ropa y todos los efectos personales que tenía que cargar llamó por teléfono a Peter y le explicó lo que estaba pasando, le dio órdenes de no comentar nada con los demás cazadores, y Peter la hizo prometerle que si había problemas se pondría en contacto con él. Después y antes de seguir llenando su maleta, llamo a la compañía de taxis para que le enviaran uno lo antes posible. Todavía no le había dado tiempo a digerir todo lo que estaba pasando, no había dedicado ni un solo minuto a pensar en lo que iba a pasar, hacía mucho tiempo que las marcas de los bewaarder no se activaban y para no engañarse a mí misma, estaba demasiado asustada y excitada para pensar en ello.
Llamó a O ´Hare1 para reservar una plaza en el primer vuelo disponible a Escocia, no le resulto nada sencillo encontrar un vuelo medianamente directo al aeropuerto de Sumburgh
y se tuvo que conformar con tener que hacer dos escalas, una en Heathrow2 y otra en Glasgow. Le esperaban quince horas y media de viaje en avión y otras cinco horas de coche por las Highland escocesas hasta llegar a Ullion, el pueblo donde vivía la mayor parte de los miembros de la comunidad.
Cuando tuvo todo su equipaje listo, Sun abrió la puerta del piso, Leah no la dejó que hablara y se precipitó a su encuentro.

  • Me tengo que marchar a Escocia – la escupió con rapidez.
  • ¿Ahora? ¿Qué ha pasado? – dijo viéndose afligida y preocupada.
  • Tengo que visitar a mi abuelo, no parece que este muy bien – no le estaba mintiendo, en parte, lo que le había dicho solo era una verdad a medias.
  • ¿Quieres que vaya contigo? – preguntó inocentemente.
  • No, tranquila, ya te llamare, pero creo que estaré fuera más de un mes – la dijo mientras terminaba de tachar en su lista de viaje las cosas que iba metiendo en la bolsa de mano.
  • Vas a echar por tierra el semestre – esa era Sun, siempre preocupándose por los estudios.
  • Ya lo recuperaré cuando regrese – si es que lo hago, pensó Leah mentalmente.
  • ¿Quieres que te ayude? – Le preguntó mientras la miraba con una ceja levantada - ¿has hecho una lista con las cosas que te tienes que llevar? – preguntó negando con la cabeza.
  • Si, como ves, todo se pega menos la hermosura – la dijo divertida. Sun era la niña de las listas, listas para la compra, listas para ordenar los libros, listas para hacer las cosas de forma ordenada y meticulosa, vamos, que lo único que le faltaba era hacer una lista con las actividades personales del día, Leah ya lo estaba visualizando, a las 3.00 ir a hacer de vientre, a las 4.45 ir hacer pis… su chiste mental rompió parte de la tensión que tenia acumulada en cada uno de sus músculos.
  • ¿De qué te ríes? – preguntó Sun con un mohín.
  • De nada, anda ayúdame a traer la maleta al salón – la dijo mientras tachaba en el papel “cepillo de dientes y desodorante”

Leah iba a echar de menos su cuco apartamento, estaba totalmente decorado y diseñado para chicas, solo tenía dos dormitorios, uno en cada punta del piso, el salón y la cocina americana estaban entre los dos dormitorios, gracias a dios, cada una tenía su propio cuarto de baño. Los colores pastel le daban a la estancia un aire místico, la decoración era toda muy hippie y desenfadada. En el dormitorio perfectamente ordenado y recogido de Leah había pintado en la pared un brillante trébol de cuatro hojas y como buena irlandesa y celta, sus paredes estaba decoradas con símbolos y trísqueles, todo muy bien distribuido y meticulosamente colocado, Sun siempre se metía con ella por ese motivo, alegaba que tenia T.O.C3 y que era insoportable vivir con Leah, pero lo cierto es que la joven simplemente adoraba ver la cosas perfectamente limpias y colocadas. Le dolía en el alma tener que dejar su colección de trasgos en el apartamento, pero no podía llevarse más de lo necesario.

Una vez estuvo lista para marcharme la despedida con Sun, fue algo emotiva y extraña, Leah no sabía si volvería, y aunque a ella le había dicho que si, su mejor amiga no era una estúpida.

  • Algo extraño está pasando, tú no eres tan sentimental ¿estás segura de que vas a volver? – le preguntó un tanto recelosa.
  • Claro que si – mintió – solo es que me da pena marcharme, pero no te preocupes por mí, te llamare siempre que pueda, aunque te aviso que no será muy a menudo, el pueblo de mi abuelo todavía vive en la edad de piedra, está muy retirado de las grandes ciudades y no hay línea de teléfono fijo ni repetidores de señal para los móviles, por lo que ni hablar sobre tener Internet, pero te prometo que me mantendré en contacto.
  • Está bien, ¿Quieres que te acompañe al aeropuerto? – le preguntó mientras la ayudaba a sacar las maletas por la puerta.
  • No, no hay necesidad, he pedido un taxi y sospecho que ya está abajo esperándome – Leah dio un fuerte abrazo a Sun y se dirigió al ascensor intentando controlar las lagrimas. Sun era la amiga que mas quería en esta vida, había sido su mejor compañera y la amaba como a una hermana. El padre de Leah había muerto en un accidente de tráfico cuando ella tenía doce años y su madre vivía en España, más concretamente en a Toledo, no la veía muy a menudo, pero eso no significaba que no se quisieran, la adoraba más que a nadie en el mundo y se llamaban todas las semanas. Hacía ya dos meses desde la última visita de su madre y Roberto, su nueva pareja, ambos habían ido a Chicago a verla y se habían quedado una semana, había sido la mejor semana de todo el verano, cuando estuviera en Londres la llamaría para informarle sobre lo que estaba pasando, pensó Leah mientras el ascensor bajaba a paso de tortuga. Tanto su madre como su padrastro formaban parte de la comunidad y estaban al tanto sobre todo lo que ocurría, ella era una de las mejores brujas con las que contaban y en caso de que estallara la guerra, su madre no tendría más remedio que volver a Ullion para reunirse con todos los miembros.

Por parte de su padre Leah es descendiente directa de Gabriel, uno de los primeros bewaarder de la historia y por parte de su madre es la descendiente de la mejor y más fuerte familia de brujas de Ullion.

El taxi no estaba esperándola en la puerta, pero no tardo en aparecer, gracias a Dios dio con un taxista muy enrollado que la ayudo a meter la mega maleta en el maletero del vehículo. La bolsa de mano con todo lo necesario, el pasaporte y demás documentos los llevaba encima. Una mala experiencia le enseño a llevar siempre una maleta consigo, lo que siempre se ha llamado “equipaje de mano”, no podías cargar mucho, pero en caso de que tu otra maleta que viajaba sola en el apartamento de cargas se extraviara, no te verías con lo puesto. En su último viaje a Madrid la compañía aérea había perdido su maleta, como no tenía nada mas, tuvo que espera en Madrid durante dos días, con la misma ropa puesta, a que localizaran su equipaje, esta vez no le pasaría lo mismo, en el equipaje de mano llevaba una muda de ropa, todos los documentos y demás enseres necesarios para pasar un par de días, aunque ahora no dejaban meter líquidos ni comida en esas maletas (debido a los atentados de 11-S) llevaba consigo lo que más le importaba.

El taxista tomó la carretera 90 west y después prosiguió por la 190 hasta llegar a la terminal 3 del aeropuerto O ´Hare, el vuelo de Leah salía a las 17.25, todavía faltaban dos horas y media para que el avión despegara, le daba tiempo de sobra para facturar la maleta y comer algo antes de embarcar.
Y dicho y hecho, después de comerse en un restaurante, un par de filetes de pollo con patatas y un helado, se dirigió tranquilamente hacia su puerta de embarque. Allí comenzaba su aventura, pensó cuando la azafata le reviso el billete.

El avión iba hasta arriba de pasajeros, Leah se aproximó entre empujones a su asiento. A los pocos minutos los asientos contiguos al de Leah fueron ocupados por una pareja de recién casados, ¿Cómo lo supo? Bien, estaban felices de viajar en clase turista, se les iluminaban los ojos cada vez que se miraban y no dejaban de meterse mano.

  • Hola, ¿vas a Londres? – le preguntó la chica, una exótica morena de aproximadamente veinticinco años.
  • No, voy a Escocia – contestó Leah quitándose los auriculares de su Ipod. Llevaban ya tres horas de vuelo y al parecer la parejita se había cansado de sobarse, ahora tocaba dar conversación a la chica soltera que viajaba a su lado, es decir ella.
  • Si, tienes pinta de escocesa, así pelirroja y con esos ojos verdes tan oscuros, ¿sabes? Me encanta tu color de pelo, ¿es natural? – preguntó la muchacha mientras cogía un mechón y lo miraba. Mucha gente le preguntaba lo mismo, su color de pelirrojo era un tanto extraño, no tiraba a rubio, si no a castaño, estaba muy contenta con su color natural, le hacía ser distinta a las demás chicas de la universidad.
  • Soy mitad Irlandesa y este es mi color de pelo natural – antes de que le volviera a preguntar alguna tontería, Leah atacó con sus preguntas - ¿Sois recién casados? – ¡Bingo! Gritó mentalmente, ahora le contarían toda su vida y dejarían de meterse en la suya.
  • ¡Si! ¿Cómo lo has sabido? – preguntó de una forma tan inocente que Leah no tuvo más remedio que sonreírle.
  • Es evidente - dijo poniéndose un poco colorada cuando su marido la miro y agacho la vista avergonzado por lo que le había estado haciendo momentos antes a su esposa.

Charlaron durante un rato mas y después John y Nancy que así se llamaba el feliz matrimonio se quedaron dormidos. Antes de que sobrevolaran la mitad del camino, era aconsejable que Leah pudiera descansar un poco, todavía le quedaban varias horas de vuelo, dos transbordos y muchas horas de coche antes de llegar a su destino.
Antes de dormirse estuvo recordando algunas cosas de su pasado en Ullion.
Recordaba a los chicos mejor que nunca, Hank y Phaul eran hermanos, los dos eran morenos y tenían los ojos verdes, mucho más claritos que los de ella, Hank era muy serio y era el más mayor de ellos, Phaul solo tenía un año menos que Leah, los dos hermanos eran polos opuestos en todo.

  • Leah, vamos a lanzarle a Erik y Selene unas piedras – le dijo una vez Phaul.
  • Sí, eso es genial, pero si nos pillan nos la vamos a cargar – le contestó ella mientras iban trepando al tejado de la casa donde estaba Erik castigado por sus padres.

Recordaba como si fuera ayer la bronca que les cayó, no consiguieron lanzarle las piedras a Erik, y lo peor de todo fue que el muy canalla los pillo y los delató, solo tenían ocho y siente años, pero el abuelo de Leah y su madre se pusieron hechos una furia, lo que más les enfado fue que ella se hubiera subido al tejado. A Phaul y a ella nunca se les quitaron las ganas de hacer trastadas, sobre todo a Erik, era su enemigo número uno, se metía con todo el mundo y desde bien chiquitito era un arrogante, un marimandón y un creído, la mayoría de las niñas de Ullion, siempre querían darse besos con el “bonito niño rubio”, Phaul y ella se referían a ese hecho con una mueca de desagrado y una arcada, a Erik eso le sentaba fatal y siempre los estaba molestando, todavía le debían una por todas las veces que no se pudieron vengar, como él era un año mayor que ella y dos mayor que Phaul, siempre los tomaba ventaja, sin hablar claro de que contaba con su súper fuerza.
Cada uno de los Bewaarder tiene un poder propio, en el caso de Erik su poder era una fuerza bruta descomunal, Phaul podía teletransportarse, Hank era telépata, Selene manipulaba los cuatro elementos a su antojo y ella era capaz de curar heridas, desde las más leves a las más graves, pero para su desgracia solo podía curar a los demás, no podía curarse a si misma.

Después de divagar sobre su pasado durante un tiempo sintió como el Dios Morfeo la reclamaba en su mundo, se dejó llevar y se quedó totalmente dormida.
Despertó justo cuando el piloto avisaba que tomarían tierra en Londres en veinte minutos.

1Aeropuerto internacional de Chicago
2Aeropuerto de Londres

3Trastorno obsesivo compulsivo

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